
El sol comenzaba a ocultarse tras los edificios.
Toda la tarde se había escondido entre las nubes negras que amenazaban tormenta.
Pero en ese instante en el que decidió que era hora de irse a dormir, quiso besar a las nubes y ese beso las cubrió con su oro ardiente.
El cielo se tornó entonces de un color dorado.
Las nubes parecían lenguas de fuego, brillantes, entre un cielo azul oscuro y las sombras que empezaban a aparecer.
Torrejón de Ardoz, Madrid (Enero)
Sony α100, 50 mm, 1/4000 seg, f/5.6, ISO 200, flash n/a, sin trípode
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